La trikitixa La
trikitixa, acordeón pequeño, es un acordeón diatónico de botones, de origen italiano. Es un instrumento de viento que se usa desde el siglo XIX en el País Vasco. También es conocido en Europa y América con bastantes cambios.
La mayoría de las veces se toca junto con una pandereta, es decir, junto con una panderetera (y cantante). Por lo tanto, más que al instrumento es al tipo de música que crea esta pareja a la que se le llama con el nombre onomatopéyico “trikiti”. Esta música se toca en las romerías del País Vasco.
Se empezó a extender por el País Vasco a desde mitad del siglo XIX. Se dice que este instrumento musical vino de los Alpes, de la frontera entre Francia e Italia, cuando trabajadores piamonteses, expertos en construir túneles en las montañas, vinieron a participar en la construcción del tramo de ferrocarril Beasaín-Altsasua. Más improbable es que la trikitixa entrara por el puerto de Bilbao, ya que su origen está en zonas de interior de Europa central, en regiones alpinas. La trikitixa fue en sus comienzos despreciada y mal vista en la sociedad: los sacerdotes católicos lo veían como “el fuelle del infierno”, porque incitaba a la gente a bailar pegados y la Iglesia prohibía esos bailes en aquellos siglos. La Iglesia, el Ayuntamiento, la Guardia Civil y el Gobierno estaban unidos en una guerra contra la trikitixa, prohibiendo las romerías y en algunos casos incluso apresando a bailarines que bailaban su música y músicos que la tocaban. El Nacionalismo Vasco tampoco acogió como suyo propio este instrumento musical hasta después de la guerra. Como no hay más que prohibir algo para que se haga atractivo el instrumento se popularizó en Euskadi para interpretar música popular, ya que además de tener un sonido muy completo es muy pequeño y fácil de llevar a cualquier lugar: es muy común ver a los intérpretes tocar este instrumento de pie o andando, cuando tocan en una romería. En esto nos recuerda al blues, tocado en Norteamérica a principios del siglo XX en tugurios de mala nota y denostado por los propios negros creyentes, que lo consideraban
Devil’s Music, por contraposición con el
Gospel, Música de Dios. El equivalente al
gospel en Euskadi en aquellos años sería la música tocada con el
txistu en los actos oficiales y las danzas “sueltas”.
La trikitixa se popularizó y muchos
trikitilaris, acompañados generalmente de mujeres que cantaban y tocaban el pandero, tuvieron nombre propio. Pero su desarrollo técnico, creativo y expresivo, así como su fusión con otras músicas y su expansión internacional se debe en gran parte al talento de
Kepa Junkera, que puede tocar con la Orquesta Sinfónica de Euskadi, en la romería de un pueblo o a dúo con
Ara Malikian. Pero en este proyecto que tenemos la satisfacción de presentar en Soria nos va a entusiasmar con una vuelta a sus raíces más folklóricas, de la mano de las
Sorginak.